lunes, 19 de mayo de 2014

Once años en Primera

Ya bajará el Getafe, capítulo 11

Empecemos por el final. Si el Getafe se ha salvado en el último minuto del último partido de la temporada es en líneas generales por dos razones: porque estuvo cuatro meses de competición sin ganar un solo partido y porque, tras ese desastre, ganó en Mestalla y empató en el Camp Nou cuando ni a los más optimistas les quedaba fuerza para tener esperanza. Dos datos insólitos que explican, en resumidas cuentas, la temporada del Getafe. No trates de entenderlo.

El Getafe es así. Si hay que salvarse en la última jornada, que sea en territorio (absurdamente) hostil, de penalti injusto en el último minuto y con un descanso de 45 minutos para ponerle más misterio al asunto. A lo grande, que con sufrimiento sabe mejor. O eso dicen. Si con el partido y el resultado controlado, el portero se tiene que comer el empate para luego sacar con una parada antológica en el minuto 90 el gol cantado que descendía al equipo, pues se hace. Con ‘el Emperador’ Julio César de salvador, con Contra en el banquillo dirigiendo, con Ciprian marcando un doblete y con Gica seguro que celebrándolo, solo me sale decir una cosa: viva el ‘Imperio Rumano’.

La llegada a la meta ha sido feliz, sí; el recorrido, un desastre. Mientras el qué invita a la euforia, el cómo invita a la autocrítica. Un equipo con los nombres y la plantilla del Getafe no se puede permitir estar cuatro meses sin ganar y cinco sin regalar una victoria a su afición. Un cuerpo técnico no puede tener a sus jugadores muertos física y moralmente a mitad de temporada. Un presidente no debería aceptar a un plantel de futbolistas acomodados por los altísimos sueldos que les paga. Se ha equivocado de modelo y tiene que remediarlo. También se han equivocado los de corto, que han desmerecido el escudo que representan. En definitiva, si el club azulón quiere seguir en Primera más años, tiene que cambiar muchas cosas. El que manda ha de tomar nota de lo ocurrido en una temporada que ha estado a un ratito de terminar en un descenso que no hubiera sido para nada inmerecido. Borrón y cuenta nueva.

Y si deportivamente no se ha estado a la altura, qué decir institucionalmente. Un club donde importa más la moneda que la sonrisa de un aficionado. Desde donde se sigue sin querer comunicar, sin querer transmitir, mirándose el ombligo sin intención de empatizar con los que más sufren por el Getafe. Por poner un ejemplo: es el único club de Primera y Segunda División sin cuenta oficial de Twitter y Facebook. Porque le importa poco la gente. Por poner otro ejemplo, el más triste de todos: con la muerte de Tito Vilanova, el club redactó un comunicado oficial de pésame; sin embargo, apenas dos semanas antes no hubo ninguna nota oficial de condolencias por la muerte de un aficionado azulón en el Coliseum, en pleno partido contra el Atlético de Madrid. Son detalles que marcan una forma de hacer, una forma de separar. En eso han convertido al Getafe.

Por cosas como estas, lo único que se salva de la temporada del Getafe, junto con el carácter que le ha imprimido Contra a un equipo medio muerto, es su gente. Su afición, acostumbrada a la oscuridad, a la que nadie le quiere encender la luz no vaya a ser que se deslumbre con la realidad. Si algo no ha fallado este año ha sido la grada que, en mayor o menor medida, no ha dejado de estar con unos jugadores que no han dado lo que sus nóminas exigen. No hablo de un estadio lleno, porque no lo ha estado nunca. Me refiero a esos fieles que, aunque pocos, no han dejado de animar a un equipo muy por debajo de su nivel. A esa gente que estaba antes de este sueño y que seguirá estando después. A esa gente que está por encima de números. A esa gente que es el Getafe. Date por aludido, azulón: eres más grande que la ignorancia del que te desprecia. Hoy me apetece felicitarte sobre todo y por encima de todo a ti, que tanto has sufrido. Que tanto sufres.

Ya descenderá el Getafe, pero no por repetirlo once veces seguidas se tiene que hacer realidad. Por supuesto que lo hará, pero habrá que seguir esperando. Mientras llega dicho momento, esa gente azulona al sur de Madrid, inexistente para unos, maltratada desde dentro, seguirá pudiendo decir con orgullo que solo cuatro equipos no han bajado nunca a Segunda División: el Real Madrid, el Barcelona, el Athletic de Bilbao y el Getafe. Su Getafe. Nuestro Getafe. Porque de ellos es esta alegría. Nuestra. Nos pertenece.


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